Disponemos de
una estructura de hierro rodeada por una bobina por la que, al pasar una
corriente eléctrica, se crea un campo magnético que permite que el otro trozo
de hierro se mantenga unido a la estructura.
El hierro es un
metal, y como la mayoría de ellos, tiene una estructura cristalina en la que se
encuentra un mar de iones, es decir los electrones están deslocalizados. Como
es una sustancia ferromagnética, al entrar en contacto con el campo creado por
la corriente que pasa por la bobina, los electrones se desplazan hacia un
extremo del hierro originando dos dipolos eléctricos, uno positivo y uno
negativo, y creando un imán. Esta estructura que ya se comporta como un imán
toca a la lámina de hierro que estaba colgando del hilo y, por contacto, la
imanta (orienta sus electrones). Así, aunque cese la corriente, ambos trozos de
hierro mantiene sus propiedades magnéticas y quedan unidos. Para separarlos
basta con hacer pasar una corriente opuesta por la bobina que cree un campo
contrario y este desoriente los electrones del hierro. A este proceso le
denominamos histéresis.
Contra lo que cabe suponer -que la lámina de hierro caiga al dejar de aplicar corriente eléctrica por la bobina- no es así, pues la fuerza magnética que se ha creado entre los dos imanes es bastante mayor a la de la gravedad. Los hierros se mantendrán unidos hasta que se los separe por histéresis.
Contra lo que cabe suponer -que la lámina de hierro caiga al dejar de aplicar corriente eléctrica por la bobina- no es así, pues la fuerza magnética que se ha creado entre los dos imanes es bastante mayor a la de la gravedad. Los hierros se mantendrán unidos hasta que se los separe por histéresis.
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